Si crees que el conocimiento del vino es algo reservado para grandes expertos o sumilleres, déjanos decirte que estás completamente equivocado, pues cualquiera puede disfrutar de un buen vino y analizar las sensaciones que produce el degustarlo. Para ello, solo hay que afinar nuestros sentidos de la vista, el olfato y el gusto; y abrirnos a experimentar esa etiqueta en cada trago.
Algunas consideraciones previas para una cata son:
- Realiza el evento en una habitación ventilada y bien iluminada.
- No llevas perfume y evita olores externos.
- Si catarás varios vinos, prepara una copa diferente para cada uno. No uses la misma copa durante toda la jornada
Te compartimos los pasos que debes seguir para catar un vino.
A poner la vista a prueba
Primero, descorcha el vino y sirve en la copa. No sirvas la copa al tope: no queremos embriagarnos, queremos degustar el vino (además de que así será más fácil manipularlo al momento que debamos apreciar sus aromas). Toma la copa por el tallo o la base, para no calentar el contenido, e inclínala unos 45°.
Observa el color, que podrá darnos una idea de la edad del vino. Por lo general, en un vino tinto, cuanto más rubí o cereza y brillante es, más joven; pero si es más granate o teja tirando a anaranjado, suele ser un vino más envejecido con crianza.
Después de centrarte en su color, mide la densidad del vino (a más densidad, más concentración de alcohol, más graduación). Para lograr esto, mueve ligeramente la copa y observa como caen las lágrima del vino. A menor velocidad de caída, mayor densidad y más graduación alcohólica.
Ahora, el olfato
Sin agitar el vino, acerca tu nariz a la copa y huele. Primero, localiza los aromas primarios, son los propios de la uva, de naturaleza frutal o vegetal.
Para tener una mejor apreciación de los aromas, agita la copa ligeramente (¡no vayas a tirarlo!) para que el vino entre en contacto con el oxígeno y desprenda más aromas, esos que son conocidos como secundarios, los cuales se originan en la fermentación tanto alcohólica como maloláctica.
Sigue agitando con un poco más de energía la copa (¡pero sigue haciéndolo con cuidado!) para despertar los aromas terciarios. Conocidos como bouquet, son más complicados de adivinar. Se desarrollan durante y después de la crianza del vino y se clasifican en diferentes familias (animal, vegetal, torrefactos, frutos secos…).
Y por fin, ¡a probarlo!
Bebe un poco de vino (no vayas a atragantarte con el primer trago y te lo quieras beber de una buena vez) y percibe los sabores que proporciona al llegar a tu boca. Con la lengua pasa de un lado al otro y trata de apreciar los cuatro sabores básicos: salado, dulce, ácido y amargo. Un vino redondo es aquel que logra el equilibro perfecto entre los cuatro.
Luego, determina la textura (definida con adjetivos como seda, terciopelo o satén), y aquí es donde interviene el tacto. Notaremos suavidad o untuosidad como factores positivos, o astringencia y rugosidad como negativos.
Una vez que hayas bebido el vino – o lo hayas escupido- expulsa el aire por la nariz. Si durante un tiempo percibes las mismas sensaciones, dirás que ese vino es de larga retronasal.
Ya para terminar, nota qué final te ha dejado el vino. Puede ser tánico, ácido… puede no tener un final muy definido, incluso puede tener un final poco agradable (sucio). De acuerdo con la persistencia de ese final, se puede hablar de un vino corto (si dura menos de dos segundos), mediano, largo o muy largo (entre nueve y doce segundos).
Ahora que ya sabes cómo catar un vino, échale un ojo a la oferta de etiquetas que Aguascalientes tiene para ti en nuestra tienda virtual. ¿Que quieres más consejos? Síguenos en Instagram.